Joder negro, estas cosas no se hacen a los amigos. Uno no se va de repente, sin avisar, un viernes por la noche cualquiera, dejándonos hechos polvo. Pero tampoco me debería extrañar. Lo tuyo nunca fue seguir un guión. Ni mucho menos ser políticamente correcto. Y es que, perdona que te lo diga ahora, pero siempre has sido un bicho raro. “Iturriaga, escucha, que es que yo con 10 años, iba en el autobús en Madrid, ¡y era el único negro!”, solías contarme año tras año en nuestras interminables comidas y cenas de gira por esos mundos de dios. Quizás te debió marcar esto, o quizás no, pero el caso es que nunca has sido un personaje “clasificable”. Por muchas razones. Desde las profesionales hasta las personales. Desde tu estilo de retransmitir los partidos hasta esas pajaritas que me llevabas y de las que te sentías tan orgulloso. ¡Y luego no querías que te reconociesen!.
Tío, Andrew, ¿ahora qué hacemos sin tí? La gente quiere saber cómo eras detrás de las cámaras, si era verdad que la vida puede ser maravillosa, de dónde sacabas los apodos, si estabas deprimido por lo de la Sexta y muchas cosas más. Porque no veas la que se ha montado. Algún homenaje y más de una declaración de esas que empiezan con “yo fuí muy amigo” te habrían molestado sobremanera, pues la hipocresía nunca la toleraste bien, pero me refiero sobre todo a Internet. Han hecho un montón de vídeos en tu memoria, algunos de ellos sentidos de verdad.Te hubiese encantado. O igual tampoco. Porque nunca supe muy bien cómo llevabas esto de la fama. Por un lado despotricabas de casi todo lo relacionado con ella. De los pelmazos que cuando pasabas te gritaban ¡tiki-taka!, o los que podían estar todo el partido gritando ¡Andrés, Andrés!, a pesar de verte con los auriculares puestos y hablando sin parar. De tenerte que parar cien veces a firmar autógrafos y sacarte fotos. Pero por otro lado, todos los que andábamos alrededor tuyo estábamos seguros de que en el fondo, te gustaba cantidad.
Y eso te pasaba con muchas cosas. Eras como algunos entrenadores, que dicen no leer la prensa pero saben todo lo que escribe. Las audiencias te daban igual pero te las sabías de memoria. Te daba supuestamente lo mismo hacer fútbol, baloncesto o petanca, como una vez dijiste en una rueda de prensa (¡olé tus huevos!) pero éramos capaces de discutir sobre cualquier tema baloncestístico con una pasión inaccesible para alguien que no sienta este deporte. Preconizabas un mensaje optimista con lo de que la vida puede ser maravillosa y a veces te costaba demasiado disfrutarla. Tampoco me extraña, pues la has pasado muy putas. Con tu salud, con tu separación, con no poder tener a tus hijos siempre a tu lado. Cuando te dijeron que no ibas a retransmitir más el fútbol en la Sexta te hiciste el duro. Pero estabas jodido. Muy jodido. Lo estuviste todo el Eurobasket de Polonia. Decías que te daba igual pero te sentiste engañado y maltratado. Aún así, no se te notó en antena. Y fuiste capaz de despedirte con una elegancia sobresaliente cuando el cuerpo te pedía dar un buen portazo.
Sabes que te voy a echar de menos. A tus cosas buenas y también a las que no eran tanto, porque reconoce que a veces eras un auténtico dolor de huevos. Quizás en todas estas dualidades estaba la razón de tu magnetismo. De tu capacidad para atraer la atención, para ser escuchado, para salirte con la tuya casi siempre en los viajes, para hacernos reír una y otra vez con “las cosas de Montes”.
No sé durante cuánto tiempo seguirás siendo noticia. Teniendo en cuenta los tiempos que corren, supongo que no mucho. Pero no te preocupes. Gente como César, Daimiel, Epi, el Lagarto o yo mismo te vamos a llevar con nosotros. Y no seremos los únicos. Tu amigo Mikel, mi hijo, también lo hará. Para él estás asociado para siempre a Tokio, donde conseguiste que nos cambiaran de hotel y nos llevasen al Park Hyatt de la película Lost in Translation. Allí, todos juntos, pasamos una de las mejores semanas de nuestras vidas, a pesar de tus dificultades para hacerte entender y que te trajesen el agua sin gas y con hielo, pero no el hielo en el agua, sino en un vaso aparte. ¡Cómo lloraba el viernes Mikel cuando se enteró!
Y es lo que te decía al principio. Estas cosas no se hacen, joder. Podías haber esperado, no sé, 30 añitos más, hasta el Mundial de baloncesto del 2038, donde nos habríamos retirado a lo grande cantando las excelencias de la selección española de los hijos de Gasol, Navarro, Calderón y compañía. Hubiese estado bien.
Un beso en la calva, compañero. Y sin que sirva de precedente y esta vez sin que me lo tengas que decir, lo reconozco públicamente: ¡Qué suerte he tenido de haberte conocido!
Fuente: el país
Cuantas noches en vela escuchandote jugón, gracias por todo.
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