Nunca me he dedicado profesionalmente a escribir, aunque soy el autor de la adaptación al catalán de la obra El diari d’Anne Frank (Registro de la Sociedad General de Autores y Editores --SGAE-- número 18.877 del 1 de julio de 1985, y Registro de la Propiedad Intelectual número 71.750, del 15 de julio de 1985), que fue estrenada en abril de 1985 en el Casal de la Font d’en Fargas, de Barcelona. Durante los años transcurridos, la obra se ha ido representando docenas de veces, y los grupos de teatro de aficionados que la interpretaron han hecho efectivos a la SGAE unos 60 euros por función en concepto de derechos de autor. He tenido en mis manos los recibos de liquidación correspondientes a las 28 ocasiones en que fui invitado como autor o participé como actor, pero la SGAE todavía no ha hecho ningún ingreso a mi nombre, pese a que dispone del número de cuenta de mi libreta de ahorros.
He reclamado varias veces ese dinero que, como autor, me corresponde, pero la respuesta de la SGAE es que no tiene «ninguna constancia» de que deba pagarme y que, en cualquier caso, puedo presentar una denuncia. Consulté a un abogado, y me aconsejó que no perdiera el tiempo, pues la SGAE acostumbra a recurrir contra todas las sentencias que le son desfavorables hasta llegar al más alto tribunal. La inversión en tiempo sería de varios años, y el coste del letrado y el procurador rebasaría de largo el importe de la deuda. La SGAE es una entidad con ánimo de lucro que protege a unos cuantos divos e ignora a otros autores, lo que permite a su presidente retirarse con una pensión de 24.000 euros mensuales. Que juzgue el lector. Yo solo expongo unos hechos demostrables.
Fuente: el periódico
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