LA MUERTE SÚBITA MATA MÁS QUE LOS ACCIDENTES, EL CANCER DE PULMÓN Y EL SIDA.
La muerte súbita es una muerte inesperada, no traumática, que produce una pérdida brusca de la conciencia y de la que se puede volver si se llega a tiempo. Pero también cada año acaba con más vidas que los accidentes de tráfico, el cáncer de pulmón y el Sida juntos.
Según los datos que maneja el director de la unidad de arritmias del Hospital Marqués de Valdecilla, Juan José Olalla, es una de las principales causas de muerte en los países industrializados y la responsable de unos 450.000 fallecimientos al año en Estados Unidos y de 60.000 en España.
Olalla participa en un encuentro organizado por la Universidad Internacional Menéndez Pelayo (UIMP) y el hospital cántabro, donde esta semana se hablará de las causas de la muerte súbita, de la forma de prevenirla y de cómo resucitar a sus víctimas.
El curso también tratará de aproximarse al significado profundo que esa muerte repentina e inesperada ha tenido para la humanidad a lo largo de los siglos y a cómo ese misterio se ha expresado en el arte y la literatura.
Para el responsable de la unidad de arritmias de Valdecilla, la sociedad española tomó conciencia de la existencia de la muerte súbita con el fallecimiento del futbolista Antonio Puerta, que padecía una lesión cardiaca.
Él fue uno de los veinte deportistas que, según las estadísticas, son víctimas cada año en España de la muerte súbita.
La primera causa de la muerte súbita es la cardiopatía isquémica y aunque popularmente se cree lo contrario el infarto de miocardio sólo está detrás del veinte por ciento de los casos, ha apuntado.
Las posibilidades de volver a la vida son directamente proporcionales al tiempo que tardan en actuar los servicios de emergencia. Si la atención se presta en un minuto la salvación está garantizada al cien por cien, un porcentaje que va disminuyendo según van pasando los segundos.
A juicio de Olalla, la muerte súbita no tendría el impacto que tiene si no existieran posibilidades de luchar contra ella, unas posibilidades que aumentaron considerablemente en 1980, cuando Michel Mirowski inventó el desfibrilador automático implantable.
El desfibrilador es útil tanto para quienes ya han sufrido un episodio de muerte súbita como para quienes pueden padecerlo en el futuro. Su implantación se recomienda sobre todo a aquellos pacientes que están "moderadamente bien" porque tienen un mayor riesgo de muerte súbita que quienes están gravemente enfermos del corazón.
En Estados Unidos ya se están implantando unos 600 por millón de habitantes al año y en España unos 120.
El cardiólogo Jesús Gutiérrez Morlote, de la unidad coronaria de Valdecilla, es uno de los directores de este curso, al que también han sido invitados escritores como Joaquín Leguina y Álvaro Pombo.
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