La fina ironía del maestro se apagó hace ya un año. Pepe Rubianes, el gallego más catalán de la escena teatral española, falleció en su casa víctima de un cáncer de pulmón. Tenía 61 años.
Rubianes era original, singular, único. Nacido en Pontevedra pero residente en Cataluña de toda la vida, Pepe era uno de esos actores que aún siendo fiel a su carácter, ofrecía espectáculos hilarantes siempre diferentes, cargados de ese particular y ácido humor personal que le definía. Quizás por ello llenó siempre los teatros (Rubianes, solamente estuvo nada más y nada menos que cinco años en cartel) y trabajó hasta el último aliento. Un año antes de su muerte, la terrible enfermedad del cáncer le obligaba a separarse de los focos y de los escenarios.
Maestro del monólogo mucho antes de que este arte se convirtiera en una moda televisiva, Rubianes era capaz de actuar en solitario y no resultar insufrible para su público. Y es que si se acudía a ver a ese ser de incontrolable verbosidad siempre vestido de negro, difícil era no convertirse en seguidor incondicional. Porque Rubianes era capaz de ser crítico y polémico y seguir despertando la simpatía de media España, aquella que aplaudía su sarcasmo y su valentía a la hora de hablar, sin tapujos, de la realidad social y política (aunque expresar su ideología significara el veto en los teatros madrileños).
Fuente: en memoria
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